jueves, 19 de marzo de 2009

Jaulas expuestas

Todas las veces que uno pasa por algún escaparate a su gusto, no duda en detenerse un momento a echar un vistazo a aquello que le llama la atención y que por un momento, se le puede pasar por la cabeza, el hecho de entrar para mirar el precio de tal producto. Otras veces, en cambio, nos paramos en aquel escaparate que sólo muestra las entristecidas caras de una camada de perros conviviendo en una jaula o caja, como lo quieran llamar, que apenas llegan a medir los cuatro metros cuadrados.

Todos los críos en cuanto pasan por la calle o por algún centro comercial y ven la mítica tienda donde se encuentra una enorme pecera con todo tipo de peces como entrada, se vuelven como locos, pero no creo que los ojos se les vayan a esos pequeñitos peces de colores que ahí bucean. Sólo tienen como próposito el ir a los cristales del escaparate, tocar los cristales como si les fuese la vida en ello y ponerse a gritar como locos: "¡un perrito, un gatito!"

Creo recordar que hasta no hace unos añitos, yo también me dedicaba a ello cuando veía ese gato persa blanco tan perfecto o ese labrador tan gustoso. Pero sinceramente, ahora no puedo ni mirar a esos pobres bichos, porque es que me parece algo indignante, ver a unos cuatro cachorrines dentro de unas cristaleras cerradas que apenas pueden entrar, los pobres. Y es que vuelves a pasar al cabo de un mes y sigues viendo al mismo cachorrín que viste pero ahora de unos 6 meses, con un tamaño bastante más grande y rodeado de excrementos y meadas. También he oído alguna vez, que si un animal llega hasta tal edad y no se llega a vender, que el comercio lo lleva a sacrificar. ¿Creen que se puede consentir esto?

No sé si la razón de que me hubiesen regalado un perro hace unos años y el hecho de haberle cogido un cariño inverosímil, me hizo cambiar de postura ante esas jaulas asquerosas. Siempre me acercaba de niña a que los cachorrillos se acercaran a mí, al tocarles el cristal. Sin embargo, el pensar que mi pobre "Tufi" podría estar ahí como cualquier otro animal, me hace sentir verdaderamente mal. Me parece repugnante que nadie ante esta situación haga nada, que a los pobres animales se les trate como algo inferior a la raza humana, sin ser conscientes de que son seres vivos y no productos como en cualquier tienda, y que no merecen vivir en una asquerosa caja de menos de cuatro metros cuadrados.

La única solución que veo a todo esto, es el hecho de llevar a estos animales a las perreras locales, pero aún así, dicen carecer espacio, ya que allí conviven muchos de ellos. A causa de ello, me gustaría que ofreciesen más espacio y más terreno para modificar o realizar otras perreras; porque yo si tuviese una gran mansión o aunque sea un escaso caserío en medio de un monte con mi terreno de cinco mil metros, estoy segura de que me los llevaría todos a casa.

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