martes, 31 de marzo de 2009

Espíritu de madera

Los tigres no se cambian de rayas. Los mentirosos nunca dejaremos de ser cómplices del niño de madera al que le crecía la nariz. Así que aquí va una mentira: Pinocho no existe.
Será el intento de protegernos, de mostrarnos más seguros y capaces. Pero cada vez que dejamos escapar mentiras nos convertimos en seres más artificiales, y la acumulación de engaños nos convierte en… madera. Personas huecas sin personalidad, y nada más.

Los tigres son de colores y nosotros también. El color de piel, los pensamientos, las vidas; incluso las mentiras tienen color. Al mentir, los pensamientos pierden su esmalte y nuestras vidas cobran menos sentido aún. De igual forma, la piel se nos empieza a desgastar y empieza a coger un tono de madera. Somos de colores, sin duda.

De pequeños las niñas soñaban con convertirse en Cenicienta, y nosotros, más orgullosos, con Peter Pan. Pero nunca en un niño de madera. Entonces, ¿qué hacemos traicionando a nuestros sueños? ¿No es por ellos por los que hay que vivir y batallar?

Cuando teníamos seis años y nos calaban mintiendo... ALARMA. ¿Cuántas veces habrémos visto esa película? Lo menos diez. ¿Y cuantas pesadillas hemos tenido con que la nariz nos crecía por decir mentiras? Bufff…más de diez desde luego. Más tarde damos el estirón y solo por tener las hormonas desorbitadas nos creemos con derecho a timar. Nuestros padres callan. Lo de Pinocho es un cuento ya hace tiempo olvidado.

Todo esto es una invención. Una mentira. Porque la verdad no existe. Y si no existe la verdad... ¿tampoco la mentira? ¿Es todo una ilusión? No te voy a mentir, no tengo ni idea.

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