martes, 24 de marzo de 2009

Sobre la pluma y el papel. Primera parte.

Nunca subestimes el poder de los libros.

Cuentan que antes de que se cometieran los primeros errores ortográficos, lucharon en un tétrico silencio la pluma y el papel. La pluma intentaba hincar su tinta en el papel, pero él no se dejaba manchar. Todos los días, se observaban fijamente, con serenidad pero pringados de adrenalina. Al ver que el conflicto no iba a tener un final feliz intervino el escritor, quien esgrimiendo la pluma, imprimió la primera palabra sobre el papel.

Ligando las palabras de manera que formaran un baile surgió el primer libro. Era unos simples caracteres y todo el conocimiento. Historias inconexas y mundos por descubrir. Tiempo perdido y tiempo de abstracción. Todo lo que era y todo lo que no era.

Entonces, las esferas más importantes de la sociedad, cuando supieron de la amenaza de los libros, decidieron dar carpetazo. Los libros prohibidos. ¡Toma ya! Sin embargo, la pluma y el papel, estos seres intrépidos, amenazaron con batirse en duelo una vez más, y como eran tantos llamaron a un colega suyo, Gutenberg, quien los casó para siempre.

El hecho de que podamos grabar información que luego vayamos a interpretar es una muestra de lo sobrenatural y lo sencillo de la naturaleza. Este poder que encierran puede ser también el peligro que los nazis vieron en su tiempo. Como es sabido, la envidia más grande es aquella que tenemos a nuestros enemigos. Los nazis quemaros los libros, sus adversarios, llevándose el adelanto cultural y el conocimiento.

Con los libros viajamos en el tiempo, y son peligrosos porque descubrimos cosas que, quizá, no deberían ser rememoradas. Pero a pesar de todo, no podemos negar lo evidente: “LA TINTA MÁS PALIDA SUPERA A LA MEMORIA MÁS FUERTE” (proverbio chino).

Siempre nos superarán. Aunque intentemos quemarlos. Prohibirlos. Destruirlos. La unión que crearon el primer escritor y Gutenberg es permanente. Cuando nosotros ya no estemos, ellos seguirán ahí.

Definitivamente, albergan un gran poder.

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